Monday, February 21, 2011

Rothko no ha muerto.

Debí darme cuenta desde aquel día. En cualquier otro momento de mi vida me habría extasiado viendo un Rothko de verdad, cuando únicamente lo conocía al salir de tus labios, en imágenes de mala calidad de internet y con más suerte, en libros con reproducciones y fotografías. Ese día lo tenía allí mismo, frente a mis ojos. Inmenso, imponente, certero. No me sentía traspasada de belleza ni nada por el estilo. Sólo podía apreciar la técnica. Aquella incapacidad de embelesarme ante lo sublime, de corresponder a la comunicación amorosa e íntima que el cuadro me proponía, el hecho de no ser capaz de extasiarme ante la belleza en estado puro, me parecían prueba de que había muerto en vida. La extinción física del cuerpo de Mariana no dejaba de ser un mero trámite cuando su espíritu, su sustancia interior, su energía, como quisiera llamarse, parecía haber desaparecido dejando en su lugar un vacío enorme que se traducía en ausencia de respuestas, ausencia de interés. Presa del horror vacui más infinito, un cadáver andante.


2 Comments:

Anonymous Anonymous said...

Sputnik, mi amor.
*

22 February, 2011 08:34  
Blogger Mariana Hernández said...

Bien! Ya lo leo, por alguna razón las veces que leo Murakami me acuerdo de tí.

22 February, 2011 17:55  

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