Tuesday, April 28, 2009

posromanticismo, falta de amor, tendencias y otras cosas....

... muchas veces escuche a otros decir que estaba loco. No era de esas personas solitarias pero tampoco tenía muchos amigos. En realidad, solo conocí uno que al poco tiempo se fué y ya nunca me habló de él. En las fiestas siempre era un must. Le gustaba escuchar lo que la gente decía y a las mujeres les daba una especial atención, siempre, simulando no hacerlo, te ignoraba o te escuchaba levantando las cejas y juntándolas.... un gesto que más adelante supe que buscaba demostrar fastidio ante la plática poco interesante. Al mismo tiempo parecia grabar cada palabra y aprender de ella. No había cosa que no hubiera escuchado, y cuando sucedía, miraba a otro lado y decía: eso en realidad nunca me interesó, llegué a verlo, pero no me detuve mucho tiempo.

No puedo decir nada con certeza, pero siempre me parecía que sus momentos sinceros eran cuando hablaba de amor, cuando dejaba que la fiesta y la música lo influenciaran. Hablaba por largo rato, se volvía humilde y se retiraba. Yo sabía que a la mañana siguiente todo aquello habría desaparecido; como cuando te despiertas por la noche debido a un sueño y juras recordarlo al siguiente día. Yo nunca los recuerdo, él sí.

Al entrar a lugares llenos de gente caminaba con un orgullo extraño, sus hombros iban hacia arriba y adelante, para terminar atrás y abajo en unos segundos. Caminaba con gran pesadez. Hablábamos mucho de moda y él se había iniciado en ella, logrando de manera impresionante distinguir todo aquello que apasionaba a las mujeres, al menos a un grupo selecto que le agradaba. Me hablaba de Chanel y sabía bien que perfumes utilizaba. Después los regalaba a otras mujeres, aunque, sabía que cada quien tiene su propio aroma al combinarse con el perfume.Distinguía mis Marc jacobs de mis Chloé y me mostraba toda aquella prenda que sabía iba a gustarme. Veía mujeres en las calles y creo que en verdad agradecía a Elbaz y Balmain sus creaciones para exponerselas asi de hermosas. En su cabeza, solo existía una persona, una mujer. ¿Su nombre?, lo único que no resbalaba de su lengua las noches de fiesta, borraba toda foto, comentario, leyenda o rastro de quererla, de estar con ella o de haber estado. A quién, después de varios intentos de demostrar sus sentimientos ( con hostilidades, silencios,egocentrismo, algunas flores, dos canciones, varias críticas, complementos mal hechos y millones de palabras de amor que se desvanecían al salir el primer rayo de sol por la mañana.) dejo ir sin perderla de vista y sin dejar de buscar su aprobación mostrando conocimiento sartorialista. Yo sabía bien, que su orgullo, el estatus en el que él mismo se tenía o se quería colocar, así como su idea de la belleza serían mucho más fuertes que todos los intentos del mundo por mostrar sus sentimientos, no podía mostrar debilidad ni contradicción en lo que había actuado ser por tanto tiempo.

Salia a las calles y observaba con detenimiento escaparates,extrañaba el beso en la oreja la mirada y la risa burlona, quedaba perpelejo ante cada mujer que se le cruzaba con un look impecable y estudiaba sus gestos, razgos, accesorios y acentos. Siempre las guardaba en su memoria, se enamoraba, y las llevaba en secreto a casa para amarlas a escondidas y en silencio.
No intentaba estar con ellas pero, resultaba atractivo al no hacerlo y causaba un nerviosismo en cada acercamiento.

Su forma de vestir me impresionaba, resultaba un retrato todo el año, sabías el cambio de estación por el sweater que agregaba en las mañanas. Era alguien neutro, sin color, amaba el contraste pero no lo aplicaba y a diferencia de otros temas, el de su guardarropa no era algo en lo que yo notara inseguridad o verguenza. Eso atraía, y por su gesto nunca carecía de elegancia. Su closet no resultó un problema, todas las mujeres a las que alguna vez había querido, en cambio, vestían impecablemente y con estilo.

No era religioso, pero, sabía la Biblia de memoria, a veces lograba dar una mirada de amor que congelaba aunque solo era por un par de segundos. Su inteligencia y poco interés en agradar, aunque actuado, entraban por los ojos tan incómodamente que lo recordabas y al poco tiempo, extrañabas.

Yo por otro lado, en ese tiempo, no era muy feliz. Nunca pensé que estuviera loco. Leía algunos poemas de Blake, escuchaba todo aquello que me rodeaba y el dormir había dejado de ser prioridad. Veía menos revistas de moda, escribía cada mes y asistía a menos cafés. Compraba más y lograba una cara de alegría momentánea, no le pedía nada a nadie, no compartía más mis pensamientos sobre moda, estaba muerta por fuera y por dentro... una de esas mil muertes que me han dado en la vida; pero mi vanidad seguía casi intacta.

Esa, nunca la pierdo, el orgullo, tampoco.

Mare, 28 de Abril de 2009.

*Cualquier semejanza a la realidad es mera coincidencia.

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