
Monday, June 28, 2010

Wednesday, June 16, 2010
Wednesday, June 09, 2010
23 de Diciembre de 2008.
Escribo hasta hoy sin siquiera saber que día de la semana ni que hora es. He vuelto. Parques, cenas, familia… rush of memories. Extraño el bullicio animal de Nueva York, la vitalidad animal; sin importar que no tenga ningún sentido o profundidad para los demás, aquí me siento impaciente, incapaz de descansar. El tiempo se detiene ahora, la luz de los focos me lastima, Nico canta haciendo vibrar mi escritorio. Mis libros están empolvados, todo lo demás en la casa luce impecable. Hay focos y adornos navideños en todos lados pero los colores me parecen mucho más suaves, melancólicos. Aquí, hay humanidad, allá no la hay. Las lucecitas parecen mucho menos agudas, menos brillantes tras los colores chillones, corrientes y agresivos de Times Square. Mis cortinas no sirven, el cuarto es helado. ¿Dónde está el ritmo de jazz, la energía nerviosa de Nueva York? El Pasado.
Llegamos temprano. Perdí a mi hermana por un momento, las maletas tardaron años en salir , mi desesperación crecía a la misma velocidad que bajaba la temperatura de las plantas de mis pies, llegó un momento en el que creí que pisaba descalza el piso helado del aeropuerto. Es muy distinta la atmosfera que rodea a una persona en cada ciudad, Newark es horrible y cada vez que se abría la puerta de salida sentía la velocidad del lugar, el viento frío en mi espalda. Ese aeropuerto me causa nausea, es gris. Yo, no soy precisamente de colores, pero ese lugar es demasiado gris, frío y mi tiempo ahí fue eterno.
Encontramos a Daniel, se saludaron de esa manera que me incomoda y me marea. Creo que es una ligera envidia al ser incapaz de demostrar mis sentimientos y mi felicidad al ver a alguien frente a los demás, frente a mi misma. Aún así, me desagrada, me causa ridículo. Mi hermana : El Amor Prohibido: su fetiche. Una vez que deja de serlo, se da cuenta que no esta enamorada y regresa anillos o corta fríamente las relaciones. Y a pesar de eso, mis papás siguen prohibiéndole novios y desaprobándolos. Creo que nunca se va a enamorar realmente, nunca se dará cuenta de quien la hace feliz al estar cegada por esa satisfacción y placer que le causa la descalificación de los demás.
Hicimos una hora a Kennedy. Para mi fueron 4. La máquina esa que te dice hacia donde ir recitaba exageradamente las direcciones y de todas formas se perdían. Abrí el mapa, vimos el camino y apagamos esa cosa que hablaba como versión doblada de película con voz de española. Me dolió la cabeza. No tolero nada, he tratado de cambiar pero hay detonantes y no sé como lograr cambiarlos o desaparecerlos.
Kennedy es más agradable, me trae buenos recuerdos. Tardó siglos en llegar. No es que realmente lo fueran, así los sentí. Olvidé que tenía hambre y caminé por toda la sala. El vuelo se anunciaba como arriving. Después, desapareció. Vi llegar a todos los viajeros de vuelos internacionales y él nunca salía. Mi hermana con una sonrisa enorme, abrazando, dando besos. Daniel, fingiéndome simpatía, sufriendo cansancio.
Salió para mi desesperación horas y horas tarde, en realidad, no sé cuánto tiempo haya tomado su salida. Como siempre guardé la sonrisa que luchaba por salir, nos saludamos como si un día antes nos hubiéramos despedido y todo eso que siento empujaba desde adentro reclamando intimidad. Cenamos pizza junto a esa plaza en Noho donde los domingos se venden en las calles productos vintage, y donde la música, el helado y la soledad tienen el mejor sabor del mundo. La pizza no estaba tan buena, al menos no era gruesa y la podía aderezar con queso parmesano.
Nos dejaron en Big Apple, buena ubicación, el recepcionista estaba bajo los efectos de algo muy fuerte, me asusté un poco, sentí pena pensando en las condiciones del lugar. No le tengo confianza. Resultó buen lugar, en realidad, aceptable. Una mesa escritorio, una tele, cama matrimonial, ventilador, ventana, dos toallas y dos baños para tres cuartos. No nos robaron nada. No volvió a estar en recepción el hombre en drogas, era demasiado alto.
Descansamos un rato y pude darle la corbata que compré, no sé si era regalo de navidad pero la lleve desde México y luego la volví a llevar en mi maleta, solo viajó conmigo. Nunca había hecho regalos a alguien así tan impulsivamente, siempre pienso tanto y supongo que eso hace mágico un regalo pero con él no puedo le he dado cosas pequeñas y tontas, esas cosas que cuando las veo me hacen reír o me lo recuerdan de una forma distinta, que me hacen sentir como cuando son las tres de la mañana y deseo su presencia con todas mis fuerzas. Desde que le he dado cosas, así lo he hecho y eso lo noté hasta ese momento que lo tenía a mi lado y comencé a pensar de verdad en lo que se supone que alguien piensa cuando quiere regalar algo y cuando me dí cuenta que ni siquiera había pensado si necesitaba, quería o usaba una corbata, que no tenía envoltura y que tampoco había verificado si le había quitado el precio. Le dije que lo había pensado mucho y que él era difícil. Es difícil, eso si es verdad, no lo conozco estoy segura pero él representa lo no-racional. Todo él es paradoja y contrariedad, una ecuación sin solución y sin núcleo, como la vida misma. Lo cual no existe para mi lógica y claridad de mente que a todo le encuentra la solución, la razón y el núcleo.
Nos quedamos dormidos y no salimos. El cuarto era caliente y yo rara vez siento frío cuando duermo con alguien. Su respiración me relaja, su ronquido me despierta y su compañía mata mi ansiedad de todas las noches. Dormí bien. Caminamos demasiado, el frío era soportable pero incómodo. Ese día hablé todo el camino, todo el día. Se que eso incomoda, a mí me incomoda también. El Metropolitan fue fácil de compartir, lo demás no, él no comparte, se toma su tiempo para todo, es cínico. Yo comparto demasiado.
Hasta yo me quedo sin cosas que decir. Los demás días fueron callados. Caminamos juntos, dormimos juntos, visitamos juntos, pero lo hicimos a su manera, en silencio. Eso se siente bien, no lo había experimentado, no me responsabilizaba antes de los silencios. Me gusta estar callada, me gusta pensar, y compartir cuando siento que debo hacerlo. Con él me da miedo aburrir y yo misma me aturdo y me estreso. Incertidumbre que causa desconfianza, muchos o pocos días. Tuvimos buenas cenas, buenos desayunos, no creo que buenas platicas, yo las monopolicé el primer día y después fueron nulas, La compañía y la intimidad no dejé de sentirlas de cualquier forma, caminar por las calles con tanto frío y tanta gente hace imposible convivir pero la compañía se siente. No es como cuando tienes una pareja de fiesta y todo el mundo baila, canta, bebe. Hombres bien vestidos, mujeres espléndidas y un ambiente intoxicante; magnifico, pero se extraña la intimidad que se pierde en muchas fiestas de Paris, lo ves a un lado, te ríes y piensas tantas cosas que quisieras comentarle y hacerle. Con él la ciudad no se robó la intimidad, no es su ambiente, las fiestas con él matan la intimidad, es su mundo, la música, el alcohol, los amigos, las amigas; ser para los demás en ese momento. Yo nunca dejo de ser egoísta, somos muy diferentes.
No compré, no fui al bazar, ni al FIT, tampoco saludé a Mai ni a Veracruz. Mis prioridades cambiaron, me doy cuenta de lo egoísta que soy con compañeros de viaje y de lo lasciva que puedo llegar a ser cuando algo me fastidia.
Pienso que yo estoy en este mundo para estar sola, pero cuando lo estoy realmente me deprimo. Debo aprender a ser una buena compañía sin abusar, sin ser cínica, sin estresarme y sin esforzarme por agradar. La versión que más me gusta de mí misma es cuando estoy sola, las personas rompen mí equilibrio, me fastidian, me cansan, me cautivan, me entorpecen, me dan miedo, me desconciertan o me cambian. Con él me hago torpe, me da nervios y risa, me da miedo. No me gusto vulnerable y débil, me gusta cínica y fuerte.
La despedida llegó rápido y sin darme cuenta, un viaje corto que se me pasó a la velocidad de la luz. Se bajó del coche, sentí un alivio seguido de una gran tristeza y mi malhumor a causa de los enamorados regresó, la garganta, la cabeza, la tos y la enfermedad en general se acentuaron.
El avión de regreso fue largo y caminar el centro con Betty y tos es la peor experiencia. En el avión el viaje me dio vueltas en la cabeza, era mucho más tiempo del que habíamos pasado juntos antes; me dí cuenta qué se siente estar sola con todo el mundo nuevamente. Lo extrañé y lo extraño. Pensé, traté de adivinar que pasaría, en realidad una noche pensé que después del viaje todo se terminaría. Esa idea me seguía. Su actitud, sus ademanes y toda su comunicación no-verbal demostraba hartazgo y ganas de estar solo, requiero de mucha paciencia yo lo sé. Siento un rechazo físico imposible de explicar, como de alguien que es obligado a estar donde no quiere. Pensé actividades y lecturas que haré en caso de que no lo vea más. Tengo que distraerme, buscar un interés.
Extraño el ritmo eléctrico de Nueva York, me gusta sentirme embriagada de libertad, espacio y dinamismo. Era mucho más feliz cuando no era yo misma, ahora no puedo evitarlo. Desde hace varios años sé que no pertenezco a este lugar, que necesito cambios, que me volví nómada. Estoy triste. Paz. Supuestamente un hogar es paz. A veces la siento pero una parte de mi sabe que no soy de aquí. Desde que volví estoy encerrada en un círculo, estos viajes me ayudan a respirar y al mismo tiempo a recordar que no soy feliz en este lugar. Mi gran problema es que lucho contra la monotonía y la repetición en lugar de disfrutarlas, de transformarlas en la palabra disciplina.
Hago grandes expectativas de mi vida y de la gente. Espero grandes sueños, grandes cambios que coordinen con los que hay en mi interior, viajes a India, China, nuevas personas, nuevas sensaciones, nuevos ritmos…
Siempre me sentí en cambio constante, aprendiendo, viajando… cuando esta él siento que estoy en un espacio amplio y vacío, duermo por horas y sobra espacio y aire entre mis pies y el piso; por otro lado siento mismidad, como si llevara mucho tiempo en un punto pensando que me muevo para descubrir que no lo he hecho realmente, que no sé nada, que no he aprendido y que no he viajado. Insuficiente.
Pongo lenta y suavemente los pies sobre la tierra, vuelvo a mi realidad, a Querétaro, a mi cuarto, a mi escritorio, a mi soledad.