Felices Fiestas

En un dungaree-style playsuit caminando por las calles. Máximo dos grados centígrados y toda la población de Paris y sus alrededores peleando por un momento frente a los aparadores del Galeries Lafayette y el Printemps. Las mujeres y los hombres solteros dedicados al arte y al bon vivre no estaban ahí, ellos hacen sus compras de navidad online o en Le Bon Marche, donde los aparadores también están adornados y tienen movimiento pero son conceptuales y artísticos, a veces incomprensibles para los niños y también para los adultos (algunos le buscan una interpretación, otros más honestos dicen: yo tampoco entiendo nena y los demás se involucran a un grado de deprimirse pensando en el consumismo y la sociedad.) . A mi me parecen un poco melancólicos y fríos, tan blancos, tan dorados, tan ostentosos. Disfruto ir ahí pero sola, comprar pequeños lujos con mis audífonos dorados bien puestos, sin poner atención a las vendedoras que buscan la comisión vigilando que no toques con las manos sucias las pieles blancas de Yves Salomon y únicamente después de visitar la iglesia de la Virgen Milagrosa que desde mi punto de vista, más que milagrosa es hermosa. Siento bien entrar, resguardarme del frío y escuchar los cantos mientras observo la cantidad de detalles minuciosamente pensados y creados para transmitir divinidad, sin tanta semiótica como en Italia pero bien planeada.

Esta vez quería honestamente sentir un poco la magia de las fiestas, ver los aparadores y encontrar un regalo navideño para mi papá. Es tan difícil pensar en algo que darle, a veces siento que no lo conozco y le termino regalando algún coñac caro, una buena bufanda o uno que otro cachemire que para mí nunca está de más. Al final nunca logro en él la expresión que logro en mi mamá o mis hermanos. Mi papá está cansado y eso me tiene preocupada. Dentro de la búsqueda descubrí algo que decidí perder de vista desde el momento que Lucca Bacelli me dijo: "La moda es ÚNICA y EXCLUSIVAMENTE para la mujer".
Un espacio tan masculino jamás me había embriagado tanto, el espacio Printemps Homme no es como los demás. A diferencia de Galeries Lafayette las esposas, novias, amantes y madres apropiándose del concepto virilidad eran inexistentes y los turistas no eran el principal comprador como en Colette. En un abrir y cerrar de ojos me rodeaba un ambiente holgado con olor a Habit Rouge y musicalizado por Kraftwerk. Pálidos hombres en botas punk y faldas escocesas fundiendo sus cuerpos en chamarras de piel, negros esculturales aderezados en parkas Burberry admirándose en el espejo con chapkas que enmarcaban sus caras, asiáticos a cuadros de franela visitando el A.P.C., comprando lomo y saboreando las botas Prada. Un mundo el cual podría vivir, sentir y observar sin intervenir, sin destruir, respetando esa intimidad que los hace tan waif, tan irresistibles.

La línea de Lanvin para el H&M dejó mucho que desear en calidad a pesar del precio al que lo vendieron, aún así no quedó ni una sola pieza. Las ventas privadas me vuelven loca y esta semana será la de Le Mont St Michel y siento unas mariposas en la panza inexplicables.